Me llamo Alejandro Fajardo Mohedano, soy un chico de 24 años de Barcelona. En junio de 2002 me diagnosticaron un osteosarcoma en el peroné, o sea, un cáncer óseo de los más agresivos y mortales. Recibí quimioterapia durante todo un año, me operaron y me programaron 30 sesiones de radioterapia. Durante el periodo de radioterapia me hicieron las pruebas de evaluación final y salieron mal. Había una recidiva en la misma zona. Me tuvieron que amputar la pierna izquierda y dar algunas sesiones más de quimioterapia. Durante el periodo se esas tandas de quimioterapia me volvieron a hacer pruebas y volvieron a salir mal. Había hecho metástasis pulmonar. En Septiembre de 2003 mi oncólogo me informó de que mi osteosarcoma había hecho metástasis pulmonar y que ya no había ningún tipo de tratamiento que pudiera salvarme de una muerte rápida y segura. Al preguntarle más o menos cuanto tiempo me quedaba me dijo que unos meses. Me dijo que el avance de la enfermedad en esas condiciones era espantosamente rápido, y que en cuestión de semanas la progresión sería rápida y mortal. Me dictó una sentencia de muerte, y puso fechas muy cercanas.

En ese momento de desesperación vino a verme un amigo que me dijo que una amiga suya era una gran experta en nutrición y que seguramente podría ayudarme. Como no tenia nada que perder, fui a verla, ¡y menos mal que lo hice! Esa tarde cambió mi vida. Suzanne, la nutricionista, derrochaba alegría y optimismo. Le conté mi caso y mi situación y, lejos de mostrar preocupación, se mostró totalmente confiada en que iba a curarme sin problemas. Me dijo: “Bueno, pues si queremos curarnos pronto tendremos que ponernos las pilas”. Ante mi perplejidad y mi desconfianza, Suzanne empezó a contarme su historia. Hace 22 años le diagnosticaron un cáncer de útero y le dijeron que tendría que someterse a quimioterapia, radioterapia y cirugía, y aún así no podían dar garantías de que se iba a curar totalmente. Además no podría tener una vida sexual normal ni tampoco tener hijos. Esa perspectiva no le gustó nada y rechazó esos tratamientos siguiendo su intuición que le decía que ese no era el camino adecuado para ella. Al poco tiempo conoció a un naturópata dispuesto a ayudarle que le marcó unas dietas muy estrictas. Puso todo su empeño y energía en utilizar los alimentos para curarse y a los pocos meses se hizo nuevas pruebas: había desaparecido todo indicio de malignidad. Desde entonces se dedicó a estudiar nutrición hasta llegar a convertirse en una de las mejores expertas en nutrición de España.

Independientemente de su trabajo como directora técnica en una de las mejores empresas de suplementos dietéticos, Suzanne atiende en su tiempo libre a personas enfermas que quieren mejorar su salud con los alimentos. Lo hace en su casa y de manera totalmente gratuita. Nunca ha aceptado un solo euro de nadie porque no lo necesita y porque ella lo hace como voluntariado. Su única motivación es el deseo de poder ayudar a otras personas a recuperar su salud y ser felices. Son este tipo de personas las que hacen posible historias como la mía.

Además de sus conocimientos de nutrición, Suzanne es experta en una técnica energética oriental. Después de mucha insistencia por mi parte me inició en los primeros niveles, y lo hizo nuevamente de manera totalmente altruista, sin recibir nada a cambio. Más adelante yo completaría otros niveles por mi cuenta en otros lugares.

Paralelamente a esto, le pedí a Joan, un amigo mío experto en motivación (coaching) y control mental, que me guiara para llevar a cabo una programación de mi
subconsciente. Quería desprogramar de mi subconsciente los mensajes de que estaba enfermo y que iba a morir, y programar encima los mensajes de que estaba sano y de que iba a vivir. Además quería utilizar técnicas de visualización para mejorar el proceso de sanación.

Así, me puse en manos de Suzanne y de Joan para poder recuperar mi salud aunque eso fuera teóricamente imposible. Seguí con disciplina las dietas y los ejercicios energéticos que Suzanne me proponía. Al cabo de dos meses fui a hacerme unas pruebas. Los médicos se quedaron extrañados: parecía haberse detenido la enfermedad. Al cabo de cuatro meses volví a hacerme otras pruebas -para entonces yo ya debería haber estado muerto- y salió más o menos lo mismo. No se apreciaba un avance significativo de la enfermedad. Volví a los seis meses y pedí que me hicieran una evaluación completa con las pruebas necesarias para determinar exactamente cuál era mi estado. Concluyeron que seguía más o menos igual que cuando me operaron, hacía ya seis meses. Llegados a este punto, los oncólogos tuvieron que reconocer que mi caso era un caso totalmente excepcional y que no entendían cómo podía ser posible.

Los próximos meses seguí con la dieta y los ejercicios y empecé a trabajar más en profundidad la dimensión psicológica y emocional de mi enfermedad. Aprendí una serie de técnicas y teorías que me dieron herramientas para usar mi mente y mis emociones para comprender mucho más acerca de mí y de mi enfermedad, y desde esa comprensión poder mejorar mi proceso de sanación. Hice un análisis exhaustivo de mi vida, prestando atención a aquellas situaciones pasadas que me resultaron especialmente dolorosas y con ayuda de estas técnicas conseguí superarlas y sanarlas. Encontré el gran poder curativo del perdón. Tras un ejercicio especialmente intenso de perdón noté con mucha intensidad el dolor en un tumor de seis centímetros que tenía en una costilla. Al día siguiente desapareció, como por arte de magia y ante mi más absoluta estupefacción. Al poco tiempo, en la siguiente revisión, mi oncólogo se volvía loco palpando y buscando un tumor del tamaño de un huevo que sobresalía de mi pecho y que había desaparecido en unos días.

Así siguieron las cosas hasta que pasó un año desde que me operaron por última vez. Era ya Octubre de 2004 y todo seguía igual, o incluso mejor. Mi oncólogo, escéptico desde el primer momento, tuvo que reconocer que fuera lo que fuera lo que estaba haciendo, tenía unos resultados excelentes y a esas alturas ya consideraba la posibilidad de la curación. Me llegó a decir que si algo de lo que pudiera proponerme él iba a entrar en conflicto con lo que hacía yo, que rechazara lo que propusiera él sin pensarlo.


A NUESTRO GRAN AMIGO ALEX 

Alejandro Fajardo, falleció el pasado día 2 de Junio de 2006. Él fue el precursor de la ONG CANVI, y en nombre de todos los que la formamos, queremos darle las gracias por haber sido el artífice de la misma, ya que consiguió transmitirnos a la perfección, lo que llevaba en su interior cuando la creamos, pues bien Alex, gracias a ti, nuestro sueño se ha hecho realidad, la ONG está en marcha y así seguirá.

Desde aquí, queremos dedicarte unas palabras de agradecimiento, por todo lo que nos has enseñado.

De ti, hemos aprendido lo que es el equilibrio, la fuerza de voluntad, la tenacidad, tu carácter firme, y el no tener miedo de vivir ni a morir, has conseguido llegar muy lejos. Con tu mente privilegiada nos has enseñado como luchar ante las adversidades, eres un ejemplo a seguir para muchísimas personas.
 
Ha sido todo un privilegio estar a tu lado. 

Queremos que sepas que has dejado una gran huella a pesar de tu juventud, tu cuerpo mental, energético y espiritual, han traspasado todas las barreras del espacio y el tiempo. 
Nosotros desde aquí, solo te queremos pedir una cosa, y es que nos ilumines como ser de luz que ya eres, para continuar con nuestra labor. 
Alex, estás y estarás siempre en nuestros corazones. 

Te queremos con todo nuestro amor.

Deseamos que entendáis que cada uno de nosotros tiene un proceso evolutivo distinto, y que lo que Alex ha conseguido, es digno de admiración, CANVI continuará con más fuerza si cabe, ayudando a todas las personas que padecen cáncer, con toda nuestra entrega, cariño, amistad y sobre todo con todo nuestro amor hacia todos.